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  • ACTI y Chile Valora han trabajado en conjunto en la elaboración de los primeros 7 perfiles de competencias TIC, basados en el estándar internacional SFIA, el que contempla también sus respectivas mallas formativas asociadas.
  • Dichos perfiles ahora podrán certificarse, lo que significará –también- mejorar las opciones de empleabilidad en nuestra industria .
  • Así, se busca acabar con la disparidad de criterios para calificar o seleccionar cargos asociados a esta especialidad, en la que no existe un lenguaje común ni mecanismos que permitan medir las competencias específicas de los diferentes cargos demandados.
  • Hasta ahora los procesos de selección del Capital Humano se basan principalmente en aspectos formales, como la institución de educación donde estudió o sus trabajos anteriores.
  • La certificación de Competencias TIC, tendrá un alcance e impacto que favorecerá a los distintos sectores de nuestro país, sobre todo porque la tendencia será mejorar la calidad del recurso humano y la inserción laboral.

Una de las constantes preocupaciones de ACTI ha sido la de la situación del Capital Humano. Por mucho tiempo buscamos los mecanismos para enfrentar de manera integrada el problema. Y en esa dirección, encontramos en Chile Valora un aliado, con quienes trabajamos en conjunto los siete perfiles propuestos por ACTI a través de la constitución de un Organismo Sectorial de Competencias Laborales (OSCL) y el diseño de la estructura de capacitación asociada a dichos perfiles y cierre de las brechas respectivas.

Eso significó también sintonizar al mismo tiempo con los objetivos y programas de formación del actual gobierno. Y al mismo tiempo, esperamos seguir profundizando este trabajo colaborativo y constituirnos prontamente como ente Certificador de Competencias TIC, hecho que –sin dudas- tendrá un alcance e impactos que favorecerán a los distintos sectores de nuestro país, en dirección al mejoramiento de la calidad de nuestro recurso humano y la respectiva inserción laboral.

Chile: Al escaso número de técnicos y profesionales TIC se suma la calidad de estos y la brecha entre lo que demanda la empresa y lo que genera nuestro sistema de formación.

El panorama se vuelve complejo si se tiene en cuenta rapidez actual de la  incorporación de tecnologías a los diferentes procesos empresariales y lo obsoleto que quedan los conocimientos en el área. Y si le agregamos la brecha  de lo que las empresas requieren en términos de competencias TIC para desarrollar sus negocios, versus lo que las instituciones de formación están generando, el tema se torna aún más complicado.

También hay que mencionar que constatamos con preocupación la disparidad de criterios para calificar o seleccionar cargos asociados a esta especialidad, donde definitivamente no existe un lenguaje común ni mecanismos que permitan medir las competencias específicas de los diferentes cargos demandados, remitiéndose a realizar procesos de selección basados en aspectos formales, como la institución de educación donde estudió o sus trabajos anteriores.  Más aún no existe una definición común de perfiles o cargos en nuestra industria, aspecto que un estándar consensuado resolverá en el mediano y largo plazo.

En definitiva, se contrata a técnicos y profesionales basándose en lo que los postulantes dicen que hacen,  más que por lo que efectivamente saben hacer. La situación se agrava teniendo en cuenta el déficit de técnicos y profesionales,  donde las barreras de contratación son más bajas.  Esta disociación impacta directamente en altos períodos de inducción, con sus respectivos costos asociados.

Todo ello nos llevó a buscar soluciones y mecanismos que permitieran hacer frente a la pérdida de calidad de nuestro capital humano. Tarea que nos obliga a alinear a todos los actores de este ecosistema en función de establecer un lenguaje común cuando hablamos de competencias asociadas a determinados cargos.

 

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